Relato de una tortuga de tierra

El mundo está lleno de historias, algunas inventadas y otras reales.

Hay historias que se cuentan por desahogo, otras para compartir momentos divertidos,información… y otras, por qué no, para aprender de ellas.

Por eso aprovecho este blog para contar una historia.

Se trata de algo que sucedió hace muchos años y que nos enseña a conocer un poco más a nuestras mascotas. A descubrir que ellas también tienen humor, ingenio, carácter…y no sólo estoy hablando de perros y gatos.

A través de estas líneas vais a descubrir cómo una tortuga puede llegar a tener sentimientos  y llegar a indignarse con lo que la vida le deparaba.

 

Pepín era una entrañable tortuga de tierra que vivía felizmente en una casa de un barrio de Buenos Aires.

Le gustaba salir a la terraza a tomar el sol, jugar al escondite con los niños de la casa y mantenía relaciones sexuales con los zapatos olvidados fuera del armario.

En cuanto a sus gustos alimentarios, como su nombre bien indica, le encantaba el pepino, aunque comía todo tipo de verduras y, de vez en cuando, también se ganaba alguna fruta. Una de las frutas que más le gustaban a Pepín eran las uvas, que se le ponían en un platito partidas por la mitad y sin semillas.

Fue un día de verano en el que los niños de la casa, aburridos y sin saber a qué jugar, decidieron gastarle una broma al pobre Pepín. Pensaron que sería divertido darle una uva entera y ver cómo se las apañaba el desdichado reptil para comérsela.

Dicho y hecho.

Al ver Pepín aquella enorme uva sin partir, lo primero, se le hizo la boca agua y, lo segundo, fue corriendo a por ella. Cuando llegó a su delicioso manjar abrió la boca casi hasta desencajar su mandíbula pensando que el dulce bocado bien lo merecía.

Cuál fue su sorpresa que, al cerrar la boca, la uva (que más esférica no podía ser ) se escapó de su potente mandíbula y rodó por el suelo hasta pararse unos metros por delante de él.

Pepín, testarudo como buena tortuga, no se dió por vencido y fue a por el segundo intento.

El segundo, el tercero, el cuarto intento… todos acababan igual : con la dichosa uva rodando por el suelo.

Los niños de la casa, tras ver los repetidos fracasos de su tortuga intentando comerse la uva, decidieron parar la broma y cortar la uva por la mitad para que Pepín la pudiese saborear.

Aquella tarde, indignado por haber sido el hazmerreír de la casa, Pepín ni se quiso comer la dichosa uva, ni salió a tomar el sol y sobra decir que no quiso jugar con los niños de la casa.

Eso sí, nada le detuvo para tener una cita con una zapatilla de Hello Kitty de la talla 26.

 

Seguro que vosotros también tenéis en mente alguna historia animal para escribir un pequeño relato.

Desde este blog os animamos a que nos enviéis vuestras historias  al correo electrónico info@clinicaveterinariamyvet.es y así poderlas publicar en este espacio.